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Bryggen, el famoso muelle de Bergen

El emblemático muelle de Bryggen, en la ciudad de Bergen, ha sido durante casi mil años un importantísmo punto para el comercio. Pero los tiempos están cambiando. Texto original en inglés: Mikael Lunde

La vida tras la imagen de postal

Vikingos de cerámica permanecen de pie en alerta encima de estantes y mesas, rodeados de jarrones, piezas de arte y herramientas cubiertas de barro. En algún lugar entre ellos un sistema estéreo que toca un concierto de cello, a un volumen sorprendentemente alto. "Necesito música para mi trabajo". asegura Elin Brudvik desde la profundidad de la habitación, mientras baja el volumen de la música. Estaba en ese momento dando forma a un plato de arcilla húmeda en un torno de alfarero. El ambiente en la alfarería es las veces el típico de un taller privado e íntimo y el de una tienda.

El espacio que Brudvik comparte con un colega artesano se encuentra en uno de los pocos edificios de piedra en el muelle de Bryggen, en Bergen, el que fuera el principal centro de comercio entre Noruega y el continente hace ya casi mil años.

Para el mundo exterior, Bryggen es, ante todo, una fachada, aunque una muy emblemática. Las altas y estrechas casas señoriales pegadas unas con otras a lo largo del muelle, apoyándose entre ellas, son reconocibles al instante como un símbolo de Bergen. Lo que no ves desde la calle, es que hoy encontrarás ceramistas, joyeros y artistas, y tiendas de textil y cuero artesanos que recubren ambos lados de los pequeños callejones entre las hileras de las casas históricas.

Pasto de las llamas

"Permanecemos abiertos durante todo el año. Hay una gran número de pequeños pero interesantes eventos a los que incluso los lugareños deberían prestar más atención", asegura Brudvik, quien hace hincapié en el hecho de que ella no adapta su estilo al gusto de los turistas que vienen sobre todo en verano. "Yo no hago suvenires. Yo hago mi propio producto a mi manera". Brudvik es una de muchos en ese sentido. Sin embargo, hace tan sólo unos 50 años, la situación era bastante diferente.

"Bryggen cuenta con una comunidad tremendamente original y propia, con una identidad distinta. Pero es casi un milagro que llegara a ser lo que hoy es", explica Eric Saudan, propietario de Bryggen Tracteursted, un restaurante que jugó un papel clave en la revitalización de la zona en la década de 1970.

Después de casi un milenio de comercio, la zona rebosaba de vitalidad y actividad. Pero a mediados del siglo pasado, sin embargo, las antiguas casas de comercio y almacenes quedaron abandonados y en mal estado, consumidas por la historia. Cuando el último de una serie de incendios afectó a la ciudad en 1955, el estado de ánimo general era casi el de dejar que las llamas acabasen con todo.

"Ahora Bryggen se ha convertido en un centro creativo, lleno de gente original que se preocupa por lo que hace", añade Saudan. Bryggen pasó de estar al borde de la destrucción a ser un referente cultural y ser nombrado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

Bajo control alemán

La historia de Bryggen se remonta al año 1070, poco después del final de la Edad Vikinga. Ubicado en una posición fácilmente defendible, quedaba al alcance de buques tanto desde el lejano norte como desde Islandia y el continente. Se convirtió en un importante centro de comercio nórdico y, 300 años más tarde, la Liga Hanseática estableció aquí su sede, ejerciendo una gran influencia sobre la ciudad durante cientos de años.

En esa época, el dulce aroma del alquitrán entre las estructuras de madera hubiera quedado neutralizado por un olor todavía más fuerte: el de toneladas de pescado seco. Alemania se había asegurado el monopolio en la exportación de bacalao salado y desecado procedente de las ricas costas del norte de Noruega.

A cambio, los alemanes traían cereales, sal y otros bienes de lujo desde el continente, que luego eran distribuidos desde la costa hasta el interior del país.

Bergen nunca fue oficialmente una ciudad hanseática, pero los alemanes reivindicaron toda esta zona como suya, por lo que la ciudad vieja y el ayuntamiento tuvieron que ser trasladados a otro lugar. Los alemanes también se hicieron con la hermosa iglesia de Santa María, donde se celebraron sermones en alemán hasta el siglo XX. Durante los siglos posteriores, el asentamiento se hizo cada vez más grande, y en su momento de mayor apogeo, unos 2.000 alemanes vivían y trabajaban aquí. La oficina permaneció activa hasta 1754, cuando los noruegos se hicieron cargo de ella.

Un lugar lleno de encanto

Hoy en día, los comerciantes noruegos respiran aliviados. Una artista que lleva desde siempre trabajando en su loft en Bryggen es Marianne Lien. "Este espacio no supera los 11 grados en invierno y hasta me caen gotas de agua en la cabeza. Pero estoy acostumbrada. Tiene hasta su encanto", asegura.

Desde manchas de pintura a recortes de periódico, trapos, tarros, muñecas y tazas usadas para el café: cada detalle de este lugar atestigua los 31 años que ella lleva trabajando aquí. "Me encanta mi loft", asegura Lien. "Quiero estar aquí todos los días. Soy artista desde que tengo uso de razón, y no podría hacer otra cosa".

En uno de los callejones más abajo, la modista Vibeke Øvstedal y la artista visual Katrine Lund comparten un pequeño taller y una tienda. En el exterior se pueden escuchar los pasos y el murmullo de miles de turistas y viajeros. La vida ha vuelto. "Estas paredes encierran mucha historia", dice Lund. "Cada día, cuando cruzo el callejón para ir a trabajar, pienso en cómo era la vida aquí durante la época hanseática. La verdad es que es fascinante".

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