Hay más de mil fiordos en Noruega, todos ellos situados en la zona de costa. Sin embargo, los fiordos más icónicos, esos que se ven en las postales, como el de Sognefjord, Lysefjord y también los fiordos de Nærøyfjord y Geiranger (ambos patrimonio de la Unesco), están situados en la Noruega de los fiordos, en la zona oeste del país.
No obstante, también podrás disfrutar de fiordos espectaculares en norte de Noruega y de algunos más pequeños y tranquilos en el sur.
Muchos fiordos parecen apacibles lagos azules, pero son de agua salada (a veces mezclada con agua dulce de los ríos y glaciares). Son prolongaciones del mar que penetran en la tierra dejando a su paso unos paisajes increíbles con grandes montañas a ambos lardos.
A pesar de que los fiordos suelen entrecruzarse, y de que puedes ir de uno a otro o volver al mar, visitarlos es como adentrarse en un mundo diferente, sobre todo si se visita la región en invierno.
Un recorrido por la historia de Noruega
La clave para entender por qué los fiordos son quizás el símbolo más importante de Noruega y también su mayor atractivo, se encuentra precisamente lo que representan.
Los paisajes de los fiordos evocan imágenes de lo que fue Noruega en el pasado: Una época en la que la gente se dedicaba a la ganadería en zonas de terreno extremadamente elevado y rocoso (hoy en día algunos lo siguen haciendo). Una época en la que podías recolectar frutos de los árboles y la cabeza de oveja se consideraba un manjar (que lo sigue siendo).
Si bien los paisajes pueden parecer vírgenes y escarpados, lo cierto es que los alrededores de los fiordos se pueden explorar fácilmente, tanto por tu cuenta como en una visita guiada. Suele haber pueblecitos por los alrededores y senderos para pasear tanto por los glaciares como por las montañas.